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En este espacio personal, quiero compartir con vosotros no sólo conocimientos en cuanto a la psicoterapia y el desarrollo humano sino, vivencias y experiencias de mi día a día, que me hacen crecer y vivir de manera saludable.


Acerca de Libros




SCHNAKE,  A. (2008): Los diálogos del cuerpo. Un enfoque holístico de la salud y la enfermedad. Santiago de Chile, Cuatro Vientos. (10ª edición), 207 págs.


En esta obra, he hallado un enfoque gestáltico para abordar terapéuticamente el cuerpo del ser humano en relación a la salud y la enfermedad. Su lectura, me ha aportado una nueva visión para paliar el sufrimiento, de aquellos que acuden a nosotros, terapeutas, para ser orientados en su proceso personal.
 
La autora, hace una revisión acerca de la propuesta de intervención desde la medicina tradicional occidental, para de ahí, llegar a una concepción y comprensión de una necesidad de cambio, en la aplicación del modelo biomédico. Para ello, plantea una propuesta atípica para esta perspectiva tradicionalista, que se enraíza en un abordaje dispar, afín con la propuesta de la Terapia Gestalt en la cual, ella ha recibido formación. Se plantea así, una mirada del hombre, del cuerpo, de la salud y de la enfermedad diferente y holística.
Quisiera empezar este trabajo, recapitulando algunos aspectos básicos y fundamentales del enfoque terapéutico en el que me estoy formando y a los que la autora, hace especial mención. Teniendo en cuenta la visión unitaria que del hombre se tiene en el marco terapéutico de la Gestalt, entendiéndolo como un sistema indivisible en funcionamiento y, que tiende naturalmente a su autorregulación organísmica en cuanto a la satisfacción de sus necesidades, la propuesta de esta obra, es el planteamiento de la enfermedad y los síntomas, teniendo como base la concepción del ser humano como ser holístico, es decir, como “un todo yo”. Si bien es cierto, desde la Terapia Gestalt, hay que tener presente que ninguna función animal tiene lugar sin el contacto con el entorno, por lo que la interacción entre organismo y ambiente es indisoluble y por tanto, al hablar de“enfermedad”, hablamos pues de lo que ocurre en nuestro organismo en esta interacción con nuestro campo.
Podríamos considerar entonces, que la enfermedad, aparece cuando una energía que está dirigida a contactar con el entorno, en la llamada frontera-contacto, se detiene y se redirige hacia uno mismo. Esto, apunta a un nocivo manejo para la persona, de su agresividad, entendiendo como tal la energía de “ir hacia”. Y es al volver dicha energía hacia nosotros mismos, cuando surgen las enfermedades físicas y psicológicas puesto que ya de por sí, el término psicosomático es una redundancia que alude a algo que por naturaleza, ya está unido, tal y como expresa la autora.
Culturalmente, aprendemos a“acallar” el dolor, a dar la espalda y cerrar los ojos ante los síntomas y, en caso de verlos, dolor y síntomas acaparan nuestra atención, sin escucha alguna por nuestra parte, ocupando un primer plano, y haciéndose figura con lo que, la persona, queda relegada al fondo.
Como idea principal, me gustaría destacar entonces que yo, ser humano, soy “uno” e “indivisible” y soy,“en relación”.
A lo largo de mi formación, me he dado cuenta de cuán enajenada he vivido con respecto a mi propio cuerpo, comenzando por el uso de mi lenguaje hacia él y por tanto hacia mí, y dándome cuenta de la división cuerpo y mente a la que me he sometido la cual, se fomenta culturalmente.

 
(…) “quién rompe en otro la unidad, la rompe en sí mismo, porque el prójimo es un espejo en el cual uno se reconoce a sí mismo”.¹

Comparto la siguiente idea que propone Nana acerca de la visión que del ser humano prima en la sociedad actual:“La verdad es que el abandono que ha sufrido el ser humano que se acerca a otro ser humano en busca de cura, es universal”.² Considero que este encuentro se acentúa en nuestra sociedad occidental. Por tanto, este libro, me ha ayudado a revisar cuál es la relación que mantengo con mi cuerpo, y cómo tiene que ver ésta con mi visión y mi manera de moverme en el mundo.

“Durante siglos hemos sido inducidos a la ignorancia. El mundo que nos rodea se ha llenado cada vez más de ruidos destinados a hacernos más sordos a nuestros propios mensajes, y nuestro cuerpo ha perdido la capacidad de darse cuenta hasta de lo más elemental”.³

Nosotros, terapeutas gestálticos, tenemos en nuestras manos ayudar a aquellos que acuden a nosotros, a mitigar su ceguera y fomentar y facilitar una visión más global y vivencial de nuestro ser: mente y cuerpo, todo uno. Comparto la idea de que, “Encerrados en nuestra mente, hemos olvidado cómo pensar con nuestro cuerpo, cómo servirnos de él para llegar al conocimiento. Así mismo, nos hemos alejado de nuestro entorno natural y nos hemos olvidado de coexistir y cooperar con una rica variedad de organismos vivientes”. ⁴ Generación tras generación, hemos ido aceptando la necesidad impuesta e imperiosa de encontrar las causas y las explicaciones racionales, de lo que acontece en nosotros y en el campo, en pos de tranquilizar nuestra mente y con ello, hemos dejado nuestro cuerpo en manos del olvido propio.
 
(…) “nuestra cultura propicia cada vez más la negación de los límites, al exaltar el ser autosuficiente, omnipotente, magnífico en la singularidad y excepcionalidad, sin tolerancia al fracaso ni a la pérdida”.


Sin embargo, nuestra manera de entender y trabajar con el ser humano, permite al “orientado” darse cuenta de la totalidad de su organismo, sus emociones y, su manera de orientarse en su vida. Nuestro trabajo, se dirige a integrar “polaridades”, no a alimentar la concepción de éstas como posturas enfrentadas y en conflicto, ni a proponer como “supuesta” resolución la “eliminación” de una de ellas sino, trabajarlas como aspectos diferentes de un mismo sistema de manera tal que, si desaparece uno de tales aspectos, el sistema como totalidad desaparecería.

(…) “si las enfermedades son nuestros enemigos, jamás sabremos si tienen un mensaje positvo para nosotros. ¿Quién escucha al enemigo?¿Quién piensa siquiera que el enemigo puede decir algo medianamente razonable?”

Y es por esto, que hemos de trabajar en dirección a que la persona obtenga una dimensión real de su totalidad, dándose cuenta de su territorio, su espacio, conectando vivamente con el cuerpo que es y así desde ahí, se abra a escucharlo en su totalidad sin negación alguna de sus partes ni aspectos.

(…) “más ayudaremos a nuestro crecimiento cuanto más precozmente nos demos cuenta de que el cuerpo es nuestro aliado; tenemos que aprender a entender su lenguaje antes que cualquier otra cosa en la vida”.

El modelo propuesto, incluye un área de prevención ya que, nos provee de nuestro natural potencial organísmico, confiando en la sabiduría que posee nuestro cuerpo y, ayudándonos a tomar nuestra responsabilidad en cuanto a nuestras enfermedades. Así mismo, nos acerca –en este diálogo con nuestro propio cuerpo-, a una escucha dirigida a entender el mensaje que nos trae la “enfermedad”.

(…) “no sólo debemos abandonar la idea de curación como un volver a un estado anterior, sino que aún si lo lográramos, estaríamos desperdiciando la maravillosa oportunidad que nos ofrece la enfermedad para cambiar, para completarnos, para crecer, para ser más humanos, más armónicos con nosotros y con el mundo que nos rodea. En suma, para ser más felices”.

A diferencia de la medicina tradicional, cuya línea de trabajo se encamina en hallar remedios que lleven al ser humano a un estado anterior de la mano del médico, -supuesto “sabio” de lo que ocurre en el cuerpo del otro-, Nana, propone una nueva manera de comunicación con el cuerpo, basada en la escucha activa y diálogo con el mismo, ocupándonos de qué nos ocurre, ocupándonos de nuestra manera de movernos en el mundo y, de cómo entender a nuestro cuerpo, y en esto, los médicos son tan desconocedores como cualquier hombre de a pie, ya que hemos crecido dentro de un marco que mantiene la división en nosotros y en nuestra vitalidad.

La Terapia Gestalt, se empeña en desarticular tal división, integrando las polaridades y, proclama la sabiduría organísmica en cuanto a su autorregulación. Ahora bien, no por ello, despoja en su quehacer los aportes de la medicina tradicional.

(…) “no estamos proponiendo un tratamiento para ninguna enfermedad. Proponemos un camino, un método, un modo de facilitar y ayudar a la cura”.

Perls, como se explicita en esta obra, se ocupó de combatir la enajenación del propio cuerpo, tomando como punto de partida el cambio de lenguaje, - de tercera persona a primera persona-, para este objetivo de reposeer nuestro cuerpo. Me doy cuenta de cómo, tras la formación y, gracias a lo que he aprendido durante ella, he cambiado mi manera de comunicarme y de dirigirme a mi cuerpo. Ya no lo trato como una máquina con entidades separadas sino que me apodero de él y de mis partes las cuales, conforman un todo. Y esto, es lo que propuso Perls, un cambio en la manera de explorar y acercarnos a las personas, encaminado en la misma dirección de los avances de la física moderna la cual, atiende al mundo como un todo indivisible. Y es en esta línea en la que la autora, ha hallado cambios y beneficios en aquellas personas que se adentran en esta metodología.

“En los talleres que hemos realizado para facilitar el contacto y la relación de las personas –especialmente terapeutas- con su cuerpo, se descubren las más increíbles negaciones, eso que Perls llamó huecos de la personalidad”.¹°

Este enfoque, nos permite acercarnos al malestar provocado por la enfermedad, de una manera diferente, no tomándola como enemigo sino como una “enviada de la salud” de manera tal que, cuando en el organismo no se han producido cambios estructurales significativos, esta “mensajera” se retira tras haber cumplido su objetivo a saber: que su mensaje sea entendido y que en esa persona, se opere el cambio necesario.

Para adentrarnos en este cambio, es necesario considerar la primacía de nuestra conciencia, una conciencia que además puede hallarse en cualquier sitio. Hemos de escuchar los síntomas, - avisos de que algo no está bien en nosotros-, e intentar entender dicha manifestación, amparándonos en nuestra propia escucha y, alejándonos de lo aprendido – relegar la escucha de nuestro cuerpo a otro y estimarnos como meros narradores de aquello que ocurre en nosotros-.
 
“Tal vez todo el horror del maltrato al que puede ser sometido el cuerpo humano nos lleve finalmente a considerar que ese cuerpo que tenemos nos pertenece; no podemos pedirle a otros que lo traten mejor que lo que nosotros hacemos”.¹¹


Al hilo de lo expuesto, quiero hacer hincapié en la “despersonalización” a la que nos sometemos y nos vemos sometidos, apoyándome en la siguiente cita: “el hecho de que los otros nos vean por partes, tal vez se deba a que ni siquiera nosotros mismos hemos querido vernos enteros. Seguimos peleando con la medicina, con los fármacos, con el maltrato y, no hacemos el mínimo gesto para reposeer nuestro cuerpo”.¹²

No nos agradecemos ni admiramos el diseño, la tarea desempeñada, ni la armonía que reina entre el funcionamiento de todos nuestros órganos. No somos capaces de contemplar y dejarnos fascinar por la maravillosa regulación de nuestro organismo como sistema, sino que preferimos sobrecogernos, despreciarnos y criticarnos, a la mínima señal de malestar que un órgano manifiesta, proclamándolo entonces rápidamente prescindible y, sin darnos cuenta con ello, de cómo dicho órgano se ve amenazado y por tanto, como nuestra totalidad se ve intimidada. Estoy a favor de establecer una alianza con nuestro cuerpo para así, contribuir a nuestra salud ya que como dice esta autora:

“Vivenciar y conocer de un modo diferente el propio cuerpo, puede contribuir a transformar completamente el sentido de la enfermedad, y con ello contribuir también a reducir la alta frecuencia de enfermedades invalidantes y mutiladoras, así como –por qué no decirlo- la aterradora incidencia de suicidio en las edades de las grandes crisis, donde el diálogo consigo mismo puede conectar a la persona con mensajes que no supo encontrar en el mundo que la rodea”.¹³


Sin embargo, aún hoy, el mundo de la medicina y de la psicoterapia, se maneja bajo el paradigma cartesiano-newtoniano, ratificado posteriormente por la figura de Freud. Se continúa buscando pues, las causas físicas y psíquicas de la salud y de la enfermedad. Aún, la medicina psicosomática, se esfuerza por arreglar la unidad del ser humano, tomando erróneamente como cimiento, una escucha rígida por parte del “experto” –es decir, el médico y terapeuta- el cual, basándose en su conocimiento teórico – que no experiencial-, es quien decide por dónde abordar el malestar del “enfermo”. Me llama la atención este concepto que alude a una persona “paciente”, en el sentido de “sufridor”, “sin acción” y, es éste el que ha de informar al “diestro” sanador, de aquello que le aqueja y angustia. A mi entender, aquí radica el “sin sentido” de la medicina y psicoterapia actual, en que la persona enferma, no está presente, informa siendo consciente sólo de aquello que no es, la “enfermedad”, entendiéndola como algo que no le es propio y, bajo la necesidad urgente de eliminarla. Es por esto que los profesionales sanitarios, se esmeran por convertirse aún más en versados y competentes, capaces de apaciguar y adormecer el desconsuelo de aquel que le visita. Comparto lo que Nana expresa: que la responsabilidad recae en ambos lados, el sistema sanitario, y los usuarios. Por ello, el cambio ha de darse en los dos lados.

“Querámoslo o no, el paciente es un informante, al cual los médicos observamos con toda atención para darnos cuenta de qué grado de credibilidad puede tener. Y la verdad es que es poca la credibilidad de alguien que está sosteniendo una batalla con una parte de sí mismo, con síntomas que lo agobian y de los cuales quiere verse libre. No es que ese informante mienta. Sucede que no sabe ni cree que aquello que duele, o que se expresa de un modo tan inaceptable, es parte de sí mismo; eso que duele es simplemente una enfermedad”.¹⁴

Lo que hace falta para el cambio, es que el “enfermo”, tome su responsabilidad como parte activa en el proceso y así, que el profesional que lo acompaña, pueda ver a la persona en su totalidad, no al síntoma.

“Lo que vemos es a la persona en una lucha desesperada contra un enemigo que siente invulnerable. La persona no reconoce nada de sí misma en ese mensajero del que sólo percibe lo siniestro; jamás ha visto en ella misma características semejantes. Las reconoce sólo en otros”.¹

Se trata de que el ser humano se adueñe de su cuerpo ya que es él, quien tiene la clave decisiva de lo que le ocurre y, si se da cuenta de que la parte enferma de su cuerpo, es una parte de sí mismo que viene a comunicarle un mensaje, recobrará aquello que le transformará en una persona plena, entera.

“El órgano o la parte enferma habla de muchos modos, y mientras el sujeto no entienda el mensaje, son enemigos. La persona no está haciendo nada que favorezca a su cura; está tratando de deshacerse de una parte de sí que jamás comprendió o aceptó del todo. Una parte que tenía en sí características rechazables para el sujeto –mejor dicho, para el ego del sujeto-, que se ha esforzado tanto y tan duramente en ser lo que es”.¹

Tal y como se propone aquí, la enfermedad es la “puerta de entrada”, la señal de un organismo que está siendo exigido y forzado más allá de sus posibilidades.

El argumento central del conflicto, es que la persona, atribuye unas características determinadas al órgano enfermo o parte de su cuerpo y, le exige el cumplimiento de las mismas, en lugar de aceptarlo tal y como es. Al no satisfacer las expectativas impuestas, el individuo lo inculpa de rebelde y lo etiqueta como hostil, enjuiciándolo como algo negativo de lo que ha de deshacerse.

Siguiendo el enfoque de la Terapia Gestalt, nuestra faena terapéutica aúna el quehacer médico y psicológico para desde dicha unión, ayudar a la persona a escucharse, a que se dé cuenta de que lo que le sucede, tiene relación consigo misma y que así, entienda el mensaje. Para todo ello, es necesario que tanto la persona como nosotros terapeutas, escuchemos directamente a la parte aquejada.

“Cada vez que logramos reconciliarnos con un personaje que representaba aquella parte con la que peleábamos, es como si de pronto recuperáramos un espacio, una parte que nos pertenecía y que teníamos no sólo olvidada, sino muchas veces maltratada y a la que nos negábamos a oír, ya que dentro de nosotros (tal vez de nuestro ego) no cabía nada con características semejantes”.¹ 7

Nuestra actuación se dirige a que el orientado personifique la parte afectada, a la que culpa de su malestar y, mediante la silla vacía, la persona establezca un diálogo verdadero con dicha parte de su cuerpo. El trabajo comienza, dando voz a esta parte recriminada. Señalamos a la persona que se describa como tal en primera persona del singular, describiendo sus cualidades, atributos y funciones y, ocupando nosotros terapeutas, el lugar de dicha parte, en las ocasiones en que la persona halle dificultades para personificarla es decir, nuestra intervención en el diálogo tendrá lugar siempre y cuando conformemos una ayuda auxiliar, de cara a que la persona se percate de los elementos necesarios para modificar su juicio condenatorio, en pos de un reconocimiento más franco de lo que es.

(…) “es el encuentro y el diálogo entre la persona y el órgano o la enfermedad lo que conecta con el mensaje”.¹ 8

      Lo fundamental para comprender dicho mensaje, es que el sujeto descubra cuál es su relación con su cuerpo y con los síntomas que se han hecho presentes para que, pueda darse cuenta del peligroso extremo al que se ha arrastrado por seguir un designio racional, no acorde con su propio potencial y su capacidad organísmica.

(…) “la real curación de la enfermedad es un proceso que incluye la comprensión y aceptación de la verdadera función y características de ese órgano que, por el motivo que fuera, se ha negado a funcionar”.¹

Dicha comprensión y aceptación, corre a cargo de la persona que acude a nosotros y, para poder ayudarle en este entendimiento, hemos de vivenciar nuestro propio cuerpo ya que si no, sí nos da miedo acercarnos a nuestro cuerpo y no contamos con él, no podremos facilitar al otro la conexión consigo mismo.

(…) “muchos psicoterapeutas y médicos creen ser más totales en el enfoque y tratamiento que sus pacientes cuanto más se interesan en los aspectos psicológicos de quienes consultan. Para mí, en la actualidad es obvio que agregar un pensamiento a otro sólo lo hace más complejo, más denso y difícil de ser desalojado de nuestra mente. Y necesitamos estos desalojos, necesitamos el vacío que puede hacer posible que algo nuevo ocurra, o que lo que está ocurriendo cobre la intensidad suficiente para que pueda ser guardado sin clasificar, y pueda hacerse presente cuando las circunstancias lo requieran”.²°

He querido rescatar esta cita, por lo que me transmite, un dejar de lado el actuar causal y retomar la intuición a la hora de trabajar con el ser humano. Prima nuestra escucha, una escucha total que no aparta las palabras sino que las añade a un lenguaje corporal bastante olvidado en el enfoque biomédico. La propuesta para mí, como profesional que comienza en este ámbito terapéutico, es darme cuenta de aquello que la persona que tengo ante mí enfatiza, sin enjuiciar si lo que expone corresponde o no a las funciones propias del cuerpo que describe sino, atendiendo al todo, incluyendo aquí aquello que no se menciona. Mi actuar, lo entiendo como un proceder ajeno a las teorías e interpretaciones sino observando con toda la presencia de la que sea capaz, a lo que acontece en el momento presente, acompañando al otro en su propia exploración sobre sí mismo y, señalando los equívocos de información que la persona pone en boca de la parte de su cuerpo afligida.

Quisiera terminar, con una cita que me proporciona una gran confianza personal en mi cometido como terapeuta:

“no podemos funcionar siempre con mente de principiante, pero por lo menos démonos cuenta de cuándo ello es posible. Advirtamos los enormes beneficios que esta actitud trae para nosotros y para aquellos que se nos acercan con la expectativa de que los ayudemos, o por lo menos, contribuyamos a acercarlos a su cura. (…) esa es la mente Zen, la mente del principiante, la sabiduría de quien mantiene la inocencia después de la experiencia”.²¹

 
BIBLIOGRAFÍA CITADA
¹ SCHNAKE, A. (2008): Los diálogos del cuerpo. Un enfoque holístico de la salud y la enfermedad. Santiago de Chile, Cuatro Vientos, p. xiii.
² Ibídem, p.44.
³ Ibídem, p.63.
Ibídem, p.111.
Ibídem, p.164.
Ibídem, p.65.
Ibídem, p.68.
Ibídem, p.xiv.
Ibídem, p.113.
¹° Ibídem, p.59.
¹¹ Ibídem, p.6.
¹² Ibídem, p.37.
¹³ Ibídem, p.66.
¹Ibídem, p.5 y p.6.
¹ Ibídem, p.164.
¹ Ibídem, p.70.
¹Ibídem, p.56.
¹Ibídem, p.169.
¹Ibídem, p.183
²° Ibídem, p.25
²¹ Ibídem, p. 25 y p.56.


Leticia Gómez-Delgado
(Mayo 2013)
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BUCAY, J. (2004). El Camino de la Felicidad. Grijalbo, 208 págs

En este libro, Bucay nos confronta con la polaridad felicidad-infelicidad la cual, constituye uno de los principales aspectos en torno al que gira nuestro existir. Así, me doy cuenta de dicha polaridad, tras leer la siguiente cita:
Casi siempre hay un elemento positivo en una situación negativa, así como casi siempre hay un aspecto negativo en una situación positiva”.[1]  
               Todo Ser, anhela ser feliz, es una premisa que hemos aprendido desde bien pequeños, no obstante, a lo largo de nuestra vida, ante diferentes situaciones, reaccionamos actuando ineficazmente para obtener tal dicha. Tal y  como refiere Carmen Vázquez Badín en su artículo “Un mundo feliz", nuestra sociedad se interesa por la psicología orientada a expender recetas y claves para obtener “La Felicidad”. Y la escribo en mayúscula ya que en palabras de esta autora
se feliz y sé tu mismo, son imperativos que encontramos en todas partes: libros, publicidad, cursos y cursillos de fin de semana pero, esto no deja de ser una perversión ya que no se puede acatar como una orden lo que es una consecuencia de vivir y experimentar la vida.²
                Es por todo esto que considero importante partir de qué entiende cada uno por dicha palabra. Comprendo el término, como nuestra expresión de un estado de bienestar y satisfacción propios. Concibo que no es un estado constante sino una cadena de momentos cambiantes, efímeros, cotidianos, ,en los que estamos en contacto con nosotros mismos y con los otros. Principalmente, se trata de algo personal, un sentimiento que inunda todo nuestro Ser. Como se expresa en este libro, “La felicidad no tiene casi relación con el afuera sino con un proceso interior”.³
Mi opinión coincide con Bucay en cuanto a que nuestra visión del mundo, de la vida, nuestra actitud ante ella, así como el cómo afrontamos o no los problemas, son determinantes para nuestra felicidad. Tal y como él dice , “(…) nuestra posibilidad de ser felices, está mucho más relacionada con nuestra filosofía de la vida”.
Como nos habla este autor, nos frustramos, enfadamos, pasivizamos, considerándonos desdichados cuando si bien, no vemos nuestra propia responsabilidad sino que la ponemos en el “afuera”, e intentamos rellenar el vacío consecuente buscando metas y objetivos cuyo fin en sí mismo no recae en ser felices. Más bien, en numerosas ocasiones hasta podría tratarse justamente de obtener todo lo contrario, nuestra propia infelicidad.
El ser humano tiene la tendencia a sabotear su propia felicidad, buscar la más mínima imperfección hasta en los escenarios más hermosos”. (…) La vida de un neurótico, -muchas veces nuestra vida-, consiste en quedarnos anclados en el lamento y la queja declamando que algo debería haber sucedido de manera diferente”.
Leyendo estas páginas, encontraremos diferentes aspectos referidos a esta polaridad, a esta cuestión existencial, así como hallaremos nuestro propio reflejo en cómo actuamos y para qué.
Quiero resaltar la siguiente cuestión: “Cada cosa que yo hago y cada cosa que decido dejar de hacer, está motivada por un deseo, pueda yo identificarlo o no”.
Si bien lo que he aprendido desde mi infancia, es asociar a este término todo aquello que alude a lo que llamamos positivo tal como sentir alegría y dicha, de mi “desaprender”, me he dado cuenta que otros sentimientos tales como tristeza, dolor y frustración, también me reportan aquello que llamamos felicidad y no es ni más ni menos, que mi satisfacción de ser consciente de dónde estoy, cómo, lo que necesito-sea lo que sea-, y mi manera de actuar para satisfacerme, movimiento en el que incluyo tanto el “acercarme a”, como el “evitar”. Pura expresión.
Otro aspecto a tratar es mi actuar. Considero que el “ser consciente” de mi Ser, me encamina hacia un momento de felicidad ahora bien, para mi, es fundamental mi acción para conseguir aquello hacia lo que me dirige mi consciencia. Así es como sigue mi ciclo de necesidades, con la acción. Y en este, nuestro actuar, es donde nos podemos topar con aquellos bloqueos, aquellas evitaciones, contenciones, propias, que nos impiden actuar en función de lo que nos sienta bien, y nos guían bajo el mandato de nuestros temores, evitando pues, no sólo el arriesgar, cambiar, sino en definitiva, reprimiéndonos del vivir con lo que hay.
El ser o no ser felices, se trata de qué hicimos con nuestros sueños.(…) La ilusión, es más que una fantasía, es adueñarse de ella, es hacer propia la imagen soñada. Y el deseo es “yo quiero”(…) “El deseo adquiere sentido cuando soy capaz de transformarlo en una acción”(…) “El deseo me sirve únicamente en la medida en que se encamine hacia la acción que lo satisfaga”.¹°
Aquí reside la cuestión, en no despojarnos de nuestros sueños sin más, al contrario, librar nuestra imaginación, nuestro fantasear y actuar en consecuencia, siendo conscientes de nuestra acción, de nuestra manera y nuestro sentir, en ese actuar.
Ampliando la mirada social, Bucay manifiesta que, “El parámetro occidental es que la felicidad está determinada por la ausencia de situaciones desdichadas. Cuanto mayor sea la desdicha, mayor será la felicidad”.¹¹ Es por eso que quisiera ahora,  centrar mi atención y la del lector en nuestra infancia.
“Cuando nos vemos obligados, en la infancia, a bloquear, a amortiguar nuestros sentimientos y nuestras emociones solo nos queda el abusar de la inteligencia y de la comprensión como una manera de tratar de dar sentido y significado a nuestra experiencia. Aprendemos a buscar las explicaciones causales de los acontecimientos como una manera de intentar controlar dicha experiencia. Es a través de las emociones y de los sentimientos como podemos asimilar las experiencias, y este es el único modo de aprendizaje posible. Al anular la afectividad, nos vemos obligados a razonar, prever y controlar por anticipado los acontecimientos ya que no hemos hecho ningún aprendizaje anteriormente. De este modo evitamos también las sorpresas, ya que esto supondría una novedad que desencadenaría naturalmente la afectividad y volveríamos a sentirnos perdidos y desbordados por ella”.¹²
Destaco esta cita puesto que me veo reflejada en ella. Creo que vamos creciendo, formándonos en adultos “perdidos”, en el sentido de que abandonamos nuestras pasiones a causa del aburrimiento, nuestra impaciencia, cansancio, encaminándonos así a un trato inflexible para con nosotros mismos y para con nuestros semejantes.
Tal y como se expone en esta obra, “Muchos fuimos educados por nuestros padres para tratar de construir una vida libre de dolor, Como padres, alejamos a nuestros hijos de cualquier herida sin darnos cuenta de que así impedimos que aprendan a manejar la frustración”.¹³
Al hilo de esta cita, y sustentando lo que anteriormente he expresado, destaco lo referido por Carmen Vázquez Badín en su articulo “Un mundo feliz”:

En un mundo en el que gana quien más sabe y quien mejor controla a los demás y a los acontecimientos, hay una necesidad de saber de todo, no tanto por el placer de aprender y saber sino como una manera de evitar mejor las sorpresas y de mantener a raya a los otros. (“Se más que tú, luego soy más que tú”)”. La mente predomina y marca nuestro modo de vivir y de relacionarnos. Huimos de la novedad, de lo desconcertante, de lo sorprendente, de lo no conocido. Justificamos que la rutina es seguridad, es equilibrio. Somos “tibios”, emocionalmente hablando. No hemos entendido todavía que solo aceptando la afectividad y con la espontaneidad producida por la fe podemos ser plenamente humanos en un mundo con relaciones humanas satisfactorias..¹⁴
Continuando con esta perspectiva como dice PHG:
Todo el mundo observa la proximidad de la catástrofe. Escuchan las advertencias racionales y elaboran todo tipo de políticas juiciosas. (…) La gente está ávida de acabar con sus situaciones inacabadas. Todos queremos sentirnos satisfechos, vivir en un mundo mejor, el bienestar social, …
Esto, es el círculo en el que se mueve nuestra sociedad: razón, desconfianza, comparativas, insatisfacción etc, y en el eje, hallamos en contraposición, nuestro ideal de “Felicidad”, un ideal que como tal, dista de nuestra realidad. Aprendemos lo que es el concepto en sí, y no reparamos en que desperdiciamos nuestro vivir en busca de ese ideal que no es más que una palabra aprendida que encierra una falacia, puesto que el ideal, siempre es inalcanzable, al guiarse bajo el mandato de nuestras exigencias y en esta nuestra sociedad, “nunca es suficiente”.
Se aúna, que en cualquier ámbito de nuestra sociedad, incluyendo la tradicional psicología, prima el hablar de lo ausente es decir, focalizamos nuestra atención en los huecos. La figura que se fomenta, es el hueco de lo que nos falta. Nos protegemos de los conflictos y las frustraciones, a causa de que nos han inculcado que tales términos significan la pérdida de nuestra felicidad, y tenemos fe ciega en ello. “Pensamos que la frustración es algo antinatural, algo que no debiéramos experimentar. Muy pronto buscaremos un culpable”.¹
Procuramos así vivir rindiendo cuentas al deseo de satisfacción infinita que corresponde al principio del placer, más propio de nuestra etapa infantil que de nuestra adultez. Nos reafirmamos en que las crisis son conflictos, y por tanto tememos los cambios, lo diferente, sin darnos cuenta, que vivir, es avanzar y, avanzar, significa dejar atrás algo que ya no es con lo que nos enfrentamos en el “ahora”. “El único temor, es el de ser incapaz de cambiar con él; creerte atado a lo muerto, seguir con lo anterior, permanecer igual”.¹
Sinceramente, de mi aprendizaje y experiencia, puedo decir que de lo que me empapo, es de que lo único que permanece en la vida, es el cambio.
Como han demostrado diferentes estudios psicológicos acerca del aprendizaje del lenguaje en niños de diferentes culturas, las primeras palabras con las que nos socializamos son “mama”, “papa”, y “más”. Éstas, se corresponden tal y como afirma este autor con nuestros más profundos deseos en la vida a saber: primero amor, después seguridad y luego, más de todo.
En palabras de Bucay, “La vida, es una transacción amorosa”.¹ (…) La incondicionalidad en el amor, acabó con nuestros padres. No podemos seguir reclamando como bebes ese amor incondicional, infantil e inexistente. El amor adulto nunca es incondicional. Depende de lo que doy y lo que recibo. Y hay que nutrirlo y alimentarlo”.¹
Sin embargo, a lo largo de nuestro desarrollo evolutivo, experimentamos situaciones inconclusas, que no hacen sino más que conducirnos posteriormente, ya de adultos, a la repetición de nuestros mecanismos neuróticos es decir, como consecuencia de nuestras carencias afectivas en la niñez, o por exceso de protección y cariño, tendemos a depender más que a amar. No nos enseñan a amar puesto que generación tras generación, nos inculcan la grandeza del apego con los “nuestros”, entendiéndolo como amor y la competencia y rivalidad con “los otros”. Así lo refiere Bucay cuando dice,
Al no amar, no podemos experimentar el dolor de la muerte, solo lamentamos la indefensión de la ausencia. (…) Los afectos carcelarios no son buenos amores. Eso solo se aprende después de encontrarse sin depender y admitiendo la posibilidad de las lágrimas. Tampoco son buenos el apego a ciertas estructuras; rigidez de conceptos y la intolerancia con los otros. Son maneras de disfrazar el odio”.²°(…) “El odio, puede ser el mayor obstáculo para el desarrollo de la felicidad”.²¹
Adentrándonos un poco más en qué es esto de la competencia, me atrevo a escribir que hoy en día, es otro de los pilares en que se basa la sociedad occidental. La competencia está en todos los campos, trabajo, pareja, familia, amistad. Así, ¿cuántos de nosotros nos hemos visto intentando ser más “profesional”, más “efectivo” que nuestro compañero laboral, bien en pos de un aumento de sueldo y/o de reconocimiento, que no hace más que incrementar dicha competencia social?¿ Quién se mantiene totalmente apartado del ideal de imagen que vende la publicidad y el cual pone su empeño en el ser todavía más sensual y sexual, porque nuestra felicidad reside en conseguir la pareja deseada y ser deseados por el otro? ¿Alguien no ha experimentado el ser el mejor hij@, el/la herman@ más comprensivo, más gracios@, el/la niet@ más, más, más? Y así, podríamos continuar con numerosos ejemplos que dan muestra de la importancia que otorgamos a la competencia. Todo, por sentirnos, más. ¿Y, qué hay detrás de esta competencia? La comparación. Es parte de nuestro aprendizaje  educacional, y denota nuestra orientación a obtener resultados lo cual, no es más que nuestra manera de dejarnos manipular bien por las expectativas de los otros, bien por las nuestras ya que siempre, es mejor ser, tener, más que el de al lado y, ante desgracias propias, nos consolamos mirando a aquellos de al lado, que tienen menos, o sufren más. Al respecto, Bucay expone,
 “La comparación con lo que otros tienen es una de las maneras favoritas de construir expectativas”.²². (…) “La expectativa tiene que ver con el resultado no con el camino. El proyecto tiene que ver con el camino, no con el resultado. La única manera de resolver esa ecuación para que no siga arrojando un resultado de desdicha, es trabajar también sobre la expectativa y no sólo sobre la realidad”.²³ (…) “Si yo bajo mis expectativas, aunque no mejore demasiado la realidad, la desdicha va a desaparecer. Occidente parece sostener a ultranza la idea de que ser feliz, es no sufrir. Al desarrollar la capacidad para limitar el sufrimiento, fue perdiendo concomitantemente la habilidad para afrontarlo. Las culturas orientales, parecen tener una mayor capacidad para aceptar el dolor y el sufrimiento. Puede ser que al ser mucho más duras las condiciones de vida, el sufrimiento se ha vuelto más visible en las naciones pobres y pertenecen esos sentimientos a la comunidad y no son negados ni marginados sino entendidos por todos”.²
Tras leer lo citado por este autor, cabe preguntarnos, ¿para qué nos sirve exigirnos? Quizás, y hablo desde mi propio experienciar, nos sirva para mantenernos en esa desdicha, para no tomar la responsabilidad de cambiar.
El riesgo obvio de asignar y mantener una postura de víctima es, precisamente, eternizar nuestro sufrimiento, enquistado, anidado y latiendo en el odio; perpetuar el dolor potenciado por nuestro resentimiento”.²
¿Qué es entonces la felicidad? Para mí, es vivir plenamente, siendo quien soy. Disfrutar de lo que la vida me trae, y de lo que yo misma me proveo. Es ir a por lo que necesito, nutrirme de mis movimientos, despojarme de aquello que no me sirve, compartir-me, aceptar lo que hay más que centrarme en lo que no hay, en esos huecos de los que antes hablaba. Es sacar los que Bucay llama “el yo verdadero”, “el héroe escondido”.
Una heroicidad que defiendo: “el valor de ser quien uno es. (…) La mayor virtud de un héroe es la que permite enfrentar las cosas sin tener que hacer el esfuerzo de parecerse a lo que los demás dicen que debe ser”.² (…) “El desafío, no es ser otro. El desafío es ser uno mismo”.²
Quisiera analizar más en profundidad los aspectos que conforman ese estado de felicidad. ¿Qué entendemos por disfrutar? En mi experiencia, he vislumbrado que siento que disfruto cuando pongo conciencia a mi necesidad, me muevo a por ello y una vez lo obtengo, me permito sentir la emoción que me reporta, saborear la satisfacción de obtenerlo.
Disfrutar, quiere decir tomar del árbol de la vida sus más preciados frutos y saborearlos, saborear el hecho de vivir.(…) Qué imbécil idea de lo que es la vida es hacer crecer el fruto para luego no darse el permiso de disfrutarlo. Qué bueno sería animarse a saber que aquello que le da sentido a la siembra, es poder disfrutarla o poder compartirla, o de poder decidir cederla para que el otro la disfrute”.²
Así mismo, he hablado también de que mi felicidad, está en función de mi aceptación y, ¿en qué consiste aceptar? Significa ser consciente de cómo son las cosas, las situaciones que vivo, lo que me producen. Es darme cuenta de mis sentimientos, emociones, excitaciones, de mis evitaciones, dificultades, límites etc. Es un acto que conlleva dejar de lado la pelea y tomar mi responsabilidad de si quiero o no hacer algo para cambiar mi situación, mi vida. Y todo ello, repercute en mí relacionarme conmigo y con los otros. Así, “En las relaciones interpersonales, la aceptación es la llave que empieza a abrir la puerta del vínculo”.²
Me he dado cuenta de que sólo puedo disfrutar de aquello que puedo aceptar tal como es. No hay aceptación obviamente, cuando sigo enojado con lo que sucede.
Comparto la idea que expone acerca de la naturaleza humana. Considero que nuestra base es el amor. Y tal y como él expresa, amor-odio, conforman una polaridad. Así pues, no es extraño que convivan muchas veces, más que excluirse.
La ira, la agresividad y la violencia, pueden surgir, pero se producen cuando no soportamos ser frustrados en nuestro intento de conseguir ser amados, apreciados, reconocidos o valorados”.³°
En mi camino, me he dado cuenta que dejando de lado mi exigencia, - la cual no me deja disfrutar de lo que hay en él-, y focalizando mi atención no tanto en el hueco del que hablaba con anterioridad sino en lo presente, logro estar conectada conmigo misma. Al hablar de felicidad, me refiero a darme cuenta del para qué de lo que hago y qué obtengo. Significa afrontar y reconocer aquella parte de mí que dejo a la sombra, y lucir y asumir un poco más aquella parte que se ilumina con la luz del sol. Es tomar mi responsabilidad, aceptando que mi sentido, y el de mi vida, dependen de mí. Es comprometerme conmigo misma y en ese comprometerme, hallo amor, serenidad, cuidado, conexión, disfrute y aceptación.
Para llegar a ser feliz hay que empezar por aceptar la verdad y terminar comprometiéndose con ella”.³¹ (…) “En la vida el rumbo lo marca el sentido que cada uno decirle darle a su existencia y la brújula se consigue contestándose una simple pregunta: ¿Para qué vivo? No saber cómo responder esta pregunta o despreciarla, puede ser una manera de expresar la decisión de seguir perdido”.³² (…) “Encontrar el sentido de tu vida, es descubrir la llave de la felicidad”.³³ (…) “Cuando yo, mi camino y mi rumbo coinciden, siento la satisfacción de estar en camino, sereno, encontrado y satisfecho”.³⁴ (…) “Ser feliz no quiere decir necesariamente estar disfrutando, sino vivir la serenidad que me da saber que estoy en el camino correcto hacia algo placentero, disfrutable, hacia algo que tiene sentido para mí”.³ (…) “Lo que importa a la hora de encontrar respuestas es relacionarse con la duda en lugar de intentar escapar de ella; ir hacia el conflicto; buscar una salida aun sabiendo que ésta será la puerta de entrada a nuevas dudas, y así hasta el infinito”.³
Resalto a su vez, que en esta andadura, para mí es muy importante la presencia de mis queridos. Hoy, por lo que he vivido, soy consciente de mi necesidad de ellos y de cuidarles. He experimentado su respeto, cariño y cuidado hacia mí y mis límites, así como sus enfados, intolerancia y desdén. Obviamente, también ellos han vivido en sus propias carnes tales sentimientos de mí hacia ellos. Por tanto, quisiera hacer explícito cuán esencial me resulta el darles un valor sumamente sustancial en mi vida. Junto a ellos, he aprendido a pedir ayuda cuando la necesito, a agradecerla en caso de que me la brinden, a aceptar el “no” y valorarlo, todo ello, desde mi humildad, si con mis necesidades.
En definitiva, considero que mi camino hacia la felicidad, reside en mi crecimiento y maduración como Ser, en vivir mi vida. Quisiera hacer hincapié en las siguientes frases de Bucay, por el gran valor que encuentro en ellas. Porque en ellas, hallo la expresión de mi entender qué es la felicidad, y son:
La madurez es aprender que parte del camino que lleva a la felicidad implica necesariamente algún dolor”.³ (…) “Lo importante es que te comprometas con aquello que decidas que es tu camino, con aquello que hoy decidas que le da sentido a tu vida, aunque te equivoques, aunque tengas que estar corrigiendo permanentemente. (…) la única persona en el universo que va a estar contigo hasta el último día, eres tú mismo
               Este es el recorrido en el que me he inmerso. Parto de un cambio importante, despojarme de mi exigencia y darle la bienvenida a mi “conformarme” es decir, abandono mi urgencia y exasperación por que las cosas que se me presentan en mi vida sean de manera diferente y por tanto, abandono ese sentirme permanentemente insatisfecha por lo que no puedo conseguir, para empezar a moverme de otra manera, desde mi gratitud con la vida e intentando construir el siguiente paso de mi camino, aceptando lo que venga y enfrentándome a ello, aprovechando lo valioso y retirándome de lo que me perjudica no sin antes, reconocerme el daño que me causa, y proporcionarme a mi misma el consuelo que necesito tras la herida. Y tras ésta, otro levantarme sola o con ayuda del otro, dispuesta a caminar de nuevo porque para mí, esto es la vida, mi vida, caminar. Me encuentro conmigo, con el otro, me relaciono y me separo. Y ahí encuentro el que estoy integrada, encuentro mi centro, mi salud ya que como expone este autor: “Los tres pilares de nuestra salud mental son: el encuentro; compromiso; y desapego. El gran desafío de ser persona, es aprender a entrar y aprender a salir”.³
Coincido con su visión acerca de nuestra fragilidad. En mi proceso, he sentido mi vulnerabilidad cierto, pero en muchas ocasiones, mis bloqueos y evitaciones sustentaban mi miedo a ser frágil y si bien me ha tocado sufrir o atravesar un momento duro en mi día a día, me he asustado, he huido, me he puesto una venda, entre otros muchos actos, dándome cuenta in situ, que eso no me permitía salir de ese sufrimiento, de mi miedo a ser frágil. Y, de aquellas otras ocasiones en que me he atrevido a atravesar mi sufrimiento, sin rendirme a mi miedo, me doy cuenta de mi vulnerabilidad y junto a ella, he vivenciado una sensación de fortaleza. Me doy cuenta de que aunque siento mi miedo anticipando si sobreviviré o no, resistiré o no, y me recuperaré o no ante una situación dada, no me rompo con tanta facilidad. Puedo fracturarme, resquebrajarme, pero no me desintegro si afronto mi vulnerabilidad, al contrario, cada vez que la he afrontado, me he energetizado, he sentido mi firmeza, mi constancia y perseverancia en mi caminar y, lo más satisfactorio para mí, es que me he llenado de mi fuerza interior.
Necesito decirte que creo que el crecimiento vale la pena, pero que la pena es inevitable. Para animarse a pasar de plano, hay que estar convencido de que dependo de mí mismo, hace falta haberse encontrado comprometidamente con aquellos de quienes aprendí y hay que saber, mientras caminamos juntos, que probablemente nos separemos en algún momento. Y aunque casualmente lleguemos con alguien al cambio de plano, dejar atrás lo conquistado, significa perderlo y esto convoca a un duelo. Crecer es un beneficio que implica un pérdida aunque más no sea la de la ingenuidad de la ignorancia y no es un tema menor.°
Quisiera terminar, mencionando una cita de Gurdieff en la cual, entreveo cuánto de sano hay en nuestra imaginación, en lo lúdico de la vida, en expresarnos directamente, en vivenciar  nuestros sentimientos y en reencontrarnos con nuestra espontaneidad.

Para vivir verdaderamente, es necesario renacer. Para renacer, es imprescindible morir, Y para morir, es imprescindible despertar. (…) Alcanzar la vida plena es la sucesión de varios despertares.”⁴¹
Esta, es la expresión de mi felicidad, despertar tras despertar…


BIBLIOGRAFÍA CITADA

-         BUCAY, J. (2004). “El camino de la felicidad”. Ed: Grijalbo.
-         VAZQUÉZ BADÍN, C. “Un mundo feliz”, en:  http://web.jet.es/mcruzge/GestaltCTP/articulo2.htm



¹ JORGE BUCAY.(2004). “El camino de la felicidad”. Ed: Grijalbo, p. 113
² CARMEN VÁZQUEZ BADÍN, “Un mundo feliz” en: http://web.jet.es/mcruzge/GestaltCTP/articulo2.htm. Última consulta 25/II/2010
³Oc. Cip. p. 118
⁴Ibídem. p. 107 y p. 108.
Ibídem. p.99
Ibídem. p.159
Ibídem. p.55
Ibídem. p.51
Ibídem. p.53
¹° Ibídem. p.54
¹¹ Ibídem. p.79
¹² CARMEN VÁZQUEZ BADÍN, “Un mundo feliz” en: http://web.jet.es/mcruzge/GestaltCTP/articulo2.htm. Última consulta 25/II/2010
¹³ Ibídem. p.97
¹⁴ CARMEN VÁZQUEZ BADÍN, “Un mundo feliz” en: http://web.jet.es/mcruzge/GestaltCTP/articulo2.htm. Última consulta 25/II/2010
¹ CARMEN VÁZQUEZ BADÍN, “Un mundo feliz” en: http://web.jet.es/mcruzge/GestaltCTP/articulo2.htm. Última consulta 25/II/2010
¹ Ibídem. p.84
¹ Ibídem. p.32
¹ Ibídem. p.94
¹ Ibídem. p.95
²° Ibídem. p.29
²¹ Ibídem. p.25
²² Ibídem. p.90
²³ Ibídem. p.81
²⁴ Ibídem. p.82
² Ibídem. p.89
² Ibídem. p.59
² Ibídem. p.61
² Ibídem. p.154
² Ibídem. p.160
³° Ibídem. p.37
³¹ Ibídem. p.159
³² Ibídem. p.125
³³ Ibídem. p.128
³⁴ Ibídem. p.129
³ Ibídem. p.135
³ Ibídem. p.42
³ Ibídem. p.97
³ Ibídem. p.152
³ Ibídem. p.29
⁴° Ibídem. p.192
⁴¹ GURDIEFF enEl camino de la felicidad”. Ed: Grijalbo, p.192

Leticia Gómez-Delgado
(Enero 2011)
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STEVENS, J. O. (comp.) (1990): Esto es  Guestalt: colección de artículos sobre terapia y estilos de vida guestálticos. Santiago de Chile, Cuatro Vientos, 304 págs.

La idea principal expresada en esta obra sobre la concepción de qué es la Guestalt coincide con mi experiencia personal acerca de la formación que estoy recibiendo en esta materia. Creo que la vida es una guestalt, pues la concibo como un proceso que vivimos en continuo cambio. Tal y como aquí se muestra, es un proceso natural que se inicia con una necesidad; prosigue con un “darse cuenta”; continúa con una excitación tras la cual llega el reposo, surgiendo finalmente una nueva necesidad. A lo largo de estas diferentes etapas se pueden presentar bloqueos, por tanto, esta terapia se orienta hacia la superación de todos ellos. Este ciclo de autorregulación organísmica es continuo y representa la satisfacción de necesidades. La interrupción de éstas indica cómo maneja la persona su energía. Así puede confluir; introyectar; proyectar y retroflectar.
El principal problema del ser humano está relacionado con su capacidad para integrarse y ser aceptado por la sociedad. En este sentido, los autores plantean que al nacer somos íntegros, emocional y fisiológicamente. No obstante, conforme vamos creciendo, nos diferenciamos unos de otros en función de nuestros deseos, exigencias y expectativas, en lugar de tratar de obtener lo que ambicionamos o queremos del ambiente utilizando nuestras potencialidades. Asimismo, proyectamos experiencias insatisfechas de manera que no tomamos nuestra responsabilidad en nuestro vivenciar. Al vivir cumpliendo los deseos y mandatos bien de terceros o aquellos que nos auto-imponemos nosotros mismos, las guelstalts quedan incompletas. La “neurosis” se plantea entonces como una cuestión de inmadurez, en tanto en cuanto la persona “sana” en contraposición es aquella que se aparta de sus concepto y prejuicios, confiando más en sus sentidos, que integran su experiencia en el “aquí y ahora”. Según Perls, el ser humano experimentará mayor tensión y fracaso cuanto mayor sea la diferencia existente entre su potencial innato y sus ideales creados.[1]
El proceso de socialización se sirve del sistema educativo para enfatizar el desarrollo intelectual de la persona, exigiéndole conformidad a las normas. Ello, junto a la concepción cristiana del pecado, ha propiciado que el hombre occidental deje de lado sus necesidades organísmicas y adopte una personalidad disociada tanto a nivel experiencial, como verbal y mental, apoyándose en un sistema de creencias basado en afirmaciones y mandatos, en lugar de vivenciar su experiencia presente. De tal modo, se produce así desde nuestra infancia lo que en terapia guestáltica se denomina el conflicto entre el “perro de arriba” (el controlador) y el “perro de abajo” (el controlado), es decir, entre la conducta deliberada y la espontánea.
Ante esta problemática, la Guestalt se posiciona como una orientación que integra el enfoque experiencial y conductual en la manera de vivir, fundamentándose en el proceso de “darse cuenta”, pues concibe el organismo como un todo. Para ello confía en su principio autorregulador en función de la formación del proceso figura-fondo. Se pretende así que el cliente integre sus polaridades y centre su vivenciar en el “aquí y ahora”, con objeto de que abandone su conducta controladora y tome conciencia, vitalidad, libertad y en definitiva, logre el máximo desarrollo de sus potencialidades.
Se trabaja con los bloqueos, conductas protectoras y con todo lo que el cliente evita, de manera que tras ese “impasse” que vive, entre en el “vacío fértil” que conforma el centro mismo del cambio terapéutico que ocurre espontáneamente. Se ha de permanecer en ese “vacío”, en esa “nada”, experimentando el sentimiento asociado al mismo, en lugar de evitarlo hablando “acerca de”. La “nada” seguirá siendo “nada”, puesto que nos empeñamos en seguir el impulso de hacer algo de ella. Sin embargo, una vez que la aceptamos sin miramientos y afrontando nuestros temores, nos damos cuenta de que somos lo que somos, nos despojamos de nuestra auto-imagen. Por tal razón, quiero resaltar lo expuesto por Albert Rams:

 hacer nada, es distinto de no hacer nada. La construcción sintáctica negativa (no) es una actitud de evitación, de huida, de contención, de represión, de aguantar algo (…) Hacer nada en cambio sería lo que alguien puede conseguir cuando deja de intentar tanto hacer algo en concreto”.[2]

Esta actitud de no intervención sino simplemente de observación, conformaría una primera fase que, según este autor, nos llevaría a un “darnos cuenta” de nuestras actitudes y comportamientos repetitivos, así como de la manera en que estos se manifiestan, lo que posteriormente nos llevará a una segunda fase en la que actuaremos en contraposición a dichos automatismos. Así, la tercera fase se caracterizaría por una conciencia más clara, global y propia en la que al sujeto ya no le importa tanto el camino a escoger, puesto que todas las posibles acciones y actitudes se reconocen como propias.

En la primera fase somos prisioneros de un automatismo del hacer, pensar, sentir (…) de una manera determinada; en la segunda fase somos prisioneros de la guerra contra el automatismo; (…) esta tercera etapa de no hacer nada se caracteriza porque hay mayor libertad, porque ya no es tan fundamental el tipo de reacción que tengamos. Porque lo que importa, repito, es la conciencia que hemos desarrollado en este proceso. Es el multirepertorio de conductas posibles por verdaderas y por nuevas, y su pertinencia ad hoc, lo que sustenta nuestra mayor libertad interna. (…) Así que también hacer nada se refiere, me parece, a no apegarse excesivamente a la forma de algo”.[3]

            A la hora de decidir tomar un camino u otro, normalmente tendemos a dividirlo únicamente en dos alternativas posibles, obviando que se trata de una cuestión de grados en la que las distintas opciones pueden ser válidas para mí. El ampliar nuestro rango de identidad y ver que puedo ser de distintas maneras es lo que Perls designó “nothingness”, es decir, la capacidad de no hacer nada.

“La filosofía de la nada, nothingness-es muy fascinante –escribió-.En nuestra cultura la nada tiene un significado distinto al que tiene en las religiones del este. Cuando nosotros decimos nada, hay un vacío, algo semejante a la muerte. Cuando una persona del este dice nada la llaman “ninguna cosa”- no no thing ness-no hay cosas ahí, hay únicamente proceso, transcurso. La nada no existe para nosotros en sentido estricto porque la nada está basada en el darse cuenta de la nada, con lo que hay darse cuenta de algo y luego, hay algo ahí. Encontramos que al aceptar y penetrar ese nada, el desierto empieza a florecer, el vacío se hace vivo, se llena. Nada equivale a real, verdadero”.[4]

            Sólo integrando ese vacío en el sí mismo y viviéndolo, podemos ver qué surge de él. Así, cada uno descubre lo que le está sucediendo, logrando ser una persona viva que adquiera responsabilidad, identificación con sus acciones, autoapoyo y madurez, sirviéndose para ello de sus propios recursos y usando congruentemente su cuerpo, mente y sentidos de manera conjunta, en dirección a verse como un proceso no estático que puede fluir libremente.
A mi entender, es cierto que el sistema social y educativo tanto en el ámbito familiar como institucional, propicia que evitemos el dolor y la frustración aun en detrimento de nuestro crecimiento personal. El proceso de socialización, nos anima a desarrollar autoconcepciones que influyen en nuestra autopercepción. Si ésta es errónea, valoraremos incorrectamente los elementos del “Yo” y del “medio” por lo que nuestra conducta devendrá en inadaptada y nos producirá frustración. Por otro lado, el proceso educativo nos proporciona desde la infancia pautas y valores prefijados culturalmente, en orden a gobernar el comportamiento de los individuos y controlar nuestras pulsiones primarias con el propósito de integrarnos en el grupo y convertirnos en seres socializados. Seguimos el dictamen de un proceso de socialización que nos lleva a la individualización, olvidando con ello, que solamente existimos “en relación a”. Vamos formando pues la identidad, no sólo por factores genéticos, sino con nuestras respuestas al ambiente y con las que éste nos da. Según nuestra conducta o actitud sea o no recompensada o castigada, conformamos nuestro auto-concepto.
Ante la confusión resultante del choque entre nuestra existencia biológica y social, y el consecuente funcionamiento insano del organismo el cual, responde al control y al comportamiento dirigido por el intento de actualizar el concepto de lo que la persona “debe ser”, la Guestalt busca que la persona se “de cuenta” de dicha confusión, consiguiendo con ello, la integración de sus partes bloqueadas o evitadas así como el hecho que pueda vivenciar sus necesidades biológicas primarias de forma tal, que se actualice tal cual es. En la medida en que flexibilizamos nuestro posible repertorio conductual, no obligándonos a ser de una manera determinada, podemos vivir más libremente, responsabilizándonos.
Para lograr quitarnos las “máscaras” de lo que “debemos ser”, hemos de identificarnos plenamente con nuestra persona y nuestras acciones, adoptando para ello un límite del “ego” flexible que nos permita adaptarnos a los cambios. Se trata pues de la experiencia del “Yo”, frente a la “auto-imagen”. Es el ámbito de la “auto-idealización” el que nos hace dependientes y vulnerables a todo aquello que lo contradice. El “Yo” irreal se conforma por las pautas de conducta, sentimientos y rasgos de personalidad, que adoptamos de nuestros padres a lo largo del crecimiento evolutivo, con la motivación de que nos acepten.         En este proceso, censuramos y descartamos todas aquellas experiencias vitales y reacciones emocionales contrarias a nuestro “falso self”, como estrategia de supervivencia en cuanto a nuestra integridad psíquica y física. Vamos construyendo así un sistema inflexible que determina nuestra visión del mundo y de nosotros mismos. Por tanto, hemos de abandonar los factores socio-culturales que nos llevan a fracasar en nuestro crecimiento personal. Si nos damos cuenta de cuándo y qué roles estamos representando en un momento dado, podemos rechazar estos falsos roles a favor de la autenticidad.
Esta terapia hace hincapié en que la persona vivencie todas sus dimensiones. A saber: pensamientos, emociones, sentimientos, espiritualidad y cuerpo. Como estudiante de la misma, he de descubrir por mí misma a partir de la teoría, así como del aprendizaje vivencial, mi propia orientación y estilo puesto que se trata de una experiencia particular y personal.
Desde el enfoque fenomenológico, la conducta, se concibe influenciada tanto por el pasado como por el presente, así como por la significación subjetiva que la persona atribuye a tales experiencias. Lo importante es la percepción que de la realidad tiene el individuo, la cual según Rogers[5] es selectiva. De ahí que el “Yo” sea un concepto formado a través del pensamiento reflexivo. Por tanto, podríamos entender el “autoconcepto” como el conjunto de actitudes del “Yo” hacia sí mismo, teniendo en cuenta que el término “actitud”, hace referencia al sistema de creencias relativamente estable que el sujeto tiene con respecto a los demás y con respecto a las situaciones. En palabras de Francisco Peñarrubia[6], el “autoconcepto” sirve para identificarnos con ciertos aspectos de nuestra personalidad en función de nuestra “autopercepción”, que consiste en un proceso cognitivo que influye en gran medida en nuestra conducta. En opinión de Rogers (1951), el hombre vive su propio mundo de manera subjetiva siendo la perturbación de la personalidad un “Yo ideal” que no tiene base real alguna, y el resultado de la incongruencia entre éste y el autoconcepto. Otros autores como Burns[7], conciben que sería el resultado de tres procesos a saber: la imagen del yo corporal integrado o evaluación del yo físico; el lenguaje que usamos para distinguir el “Yo” del “otro”; y el feedback que recibimos de personas significativas para nosotros, en dirección a identificar, valorar y reducir nuestras inseguridades.
En relación a este concepto, Rogers (1951), entiende la “autoestima” como una internalización de las actitudes propias y de terceros, que el sujeto percibe hacia él mismo. Al respecto Brisset[8] opina que sería el resultado de dos procesos psicológicos: la autoevaluación tanto de la autoimagen ideal, como de los juicios de la sociedad, y la autovaloración del éxito o fracaso de la propia acción. Por otro lado, Zukerfeld sostiene que existe una estrecha relación entre la imagen corporal, la autoestima y la identidad.[9]
La distorsión para Gimeno-Bayón y Ramón Rosal[10], se emplea para confirmar nuestro autoconcepto y evitar poner en peligro nuestras expectativas, en base a nuestras experiencias vividas y nuestros comportamientos. Estos autores además denominan “bloqueo interno corporal” de algunas sensaciones en una zona determinada del cuerpo insensibilizada, a aquello que William Reich anteriormente había calificado con el término de “corazas musculares”, las cuales se originan a partir de situaciones infantiles en las que la tensión emocional no se ha expresado, provocando un bloqueo muscular que retiene la energía corporal a causa de la no exteriorización. En esta dirección, el artículo aquí presentado de Tobin, S.A, concluye que desde nuestra infancia, vamos suprimiendo las emociones dolorosas, contrayendo de forma crónica nuestra musculatura e inhibiendo la respiración de tal forma, que nuestros cuerpos se van entumeciendo llegando a la adultez, con una escasa sensibilidad corporal.[11]
Ante esto, la terapia Guestáltica se alza como una práctica de auto-observación y auto-expresión, en la que se da una especial importancia al diálogo interno y al desarrollarse como testigo imparcial del mismo es decir, sin juicio. De esta manera, el paciente puede experimentar e integrar su “perro de arriba” y su “perro de abajo”, viviendo así su esencia natural. Tal y como escribe aquí Stevens, B. observar lo que pasa en ti mismo, es aceptar la evidencia”.[12]
En este proceso, el terapeuta acompaña al paciente actuando como catalizador y diapasón, así como señalando en los ejercicios propuestos, los momentos en que evita un contacto o identificación plena con su propio vivenciar. Se advierte del peligro de la “moralidad” externa al propio cliente, y se propone percatarse de las propias experiencias, focalizando nuestra atención sobre el vivenciar más que sobre las cogniciones.
En relación a este focalizar la atención en la vivencia presente, en las sensaciones y sentimientos, dentro de un marco activo y dinámico que se dirige al descubrimiento de los significados implícitos en nuestra experiencia, cabe mencionar que el método Focusing recurre a técnicas semejantes.
La finalidad de la terapia guestáltica es que la persona se auto-acepte total e incondicionalmente, con independencia de su comportamiento o de la aceptación de los demás. Según Stevens, J. O. descubrirse a sí mismo consiste en ver tanto las partes de uno mismo que fingimos, como las partes que son negadas”.[13] El trabajo se organiza en torno a que el sujeto se ponga en contacto con el libre fluir del proceso figura-fondo, y propone tanto las claves como los mecanismos neuróticos que interfieren en este proceso de autorregulación. Así mismo se entrena al cliente en el “darse cuenta”, apartándole de la impersonalidad de las relaciones humanas que fomentan la tradición cultural, familiar y educacional para que se responsabilice de manera directa.
La persona que guía su vida en base a su “Yo” ideal imaginario, no acepta ni es consciente de sus limitaciones ni potencialidades y se rige por el control en cuanto a su comportamiento. Vivir, significa arriesgar y al hacerlo nos encontramos emociones y situaciones agradables y desagradables. Aceptarlas y afrontarlas nos conduce a un proceso de crecimiento en el cual nuestro organismo funciona adecuadamente, sirviéndose de sus propios recursos para confrontar el ambiente, en lugar de hacer uso de manipulaciones y llevar una vida emocionalmente insana. En este proceso, creo es fundamental que “desaprendamos” lo que nos transmiten culturalmente, todo aquello que se apoya en el hecho de ser racionales y desarrollar el intelecto, puesto que se da por sentado que somos animales superiores y nuestra superioridad reside precisamente, en que somos seres pensantes. Al fin de sustentar esta idea, me gustaría señalar lo expuesto en esta obra por Resnick, S.

 estamos tan condicionados a vivir dentro de nuestras cabezas, de las costumbres y de las expectativas, que una vez alcanzamos la adultez, ya hemos aprendido a no permitir que nuestra vivencia del presente interfiera con nuestras vidas. (…) Vamos reprimiendo nuestros sentimientos porque eso es lo que nos han enseñado a hacer. Nos auto-castigamos con emociones inexpresadas y bien explotamos, o nos retraemos evitando cualquier estímulo adicional”.[14]

Así mismo, Stevens, expone en esta obra lo siguiente: “cada pensamiento hace que mis respuestas sean más planificadas y menos espontáneas”.[15] En esta dirección, me surge la siguiente cuestión: ¿Cuan importante y distinguible es que evolucionemos sirviéndonos de nuestra inteligencia, si en ese evolucionar, olvidamos una parte esencial de nuestro ser como son las emociones y sentimientos corporales? Bien es cierto que me posiciono a favor de usar el raciocinio, pero no por ello hemos de vivir en una era donde el hombre se evada del sufrimiento y lo desagradable buscando únicamente el éxito material y económico, entendiendo que este es el camino que le llevará a la felicidad. Desde esta visión, lo importante es alcanzar el autoconcepto ideal y vivenciar las experiencias cumpliendo con un rol que nos impide ser naturales y espontáneos, en definitiva, aceptarnos a nosotros mismos, por buscar la aceptación bien de nuestros familiares, pareja y/o amigos.
El mundo occidental, se mueve alrededor del concepto de la imagen y en un marco científico-empírico en el cual, el tratamiento y la visión de las enfermedades, gira en torno a la dualidad mente-cuerpo ya planteada por Descartes, primando en esta visión la medicina tradicional. No obstante, cada día la rama humanista de la psicología se va abriendo camino, a raíz del trabajo iniciado por los psicoanalistas. Cada vez más la sociedad abre su mente a nuevas formas y técnicas terapéuticas tales como la Guestalt, orientación cuya gestación comprende desde la Filosofía existencialista, la Psicología de la Gestalt, y el Budismo Zen y cuyo objetivo es: que el cliente descubra su mundo y se descubra a sí mismo sin enjuiciamiento; que asuma la responsabilidad de su conducta madura, identificándose con un repertorio de conductas flexible, que le permita adaptarse a las situaciones cambiantes de la vida;  y que reconozca sus experiencias como propias.
La visión central referente al organismo, es como un “todo” y es en el “aquí y ahora” donde necesitamos asimilarnos y auto-expresarnos como tal, siendo conscientes de los límites existentes en el contacto con los demás, puesto que no hay un “Yo” sin un “”, ni un “” sin un “Yo”. Siendo conscientes de ello, y llevando nuestra atención en esta dirección, se produce un cambio espontáneo desde dentro en la persona “neurótica”, que le lleva a reducir el deterioro de su propio desarrollo y de sus relaciones interpersonales. Perls, entendía los problemas de los seres humanos en términos de figuras incompletas o necesidades interrumpidas en el pasado las cuales, interfieren en el presente en dirección a ser completadas. Como expone Tobin, S. A. “cuanto mayor es la capacidad de una persona para concluir situaciones en una relación, más auténtica es dicha relación.”[16]
El no “darse cuenta” de los límites de contacto y separación en nuestras relaciones con los otros, es indicativo de la falta de integración. En el proceso terapéutico guestáltico, el cliente ha de darse cuenta de sus divisiones así como ha de vivenciar sus opuestos para activarlos e integrar sus dos partes en conflicto ya mencionadas: el “perro de arriba” y el “perro de abajo”. En dicho proceso, encontramos agresión manifiesta como autocontrol, autocastigo, autodestrucción, o autorepresión, y en caso de evitarla, experimentaremos culpa o resentimiento. Para el crecimiento, es necesaria la agresión pero no en estos términos de autolimitaciones, sino entendida como el compromiso con nosotros mismos de cara a la consecución de nuestra autorrealización. Desde esta perspectiva, se concibe simplemente como una fuerza o energía vital. No se adscribe a ella ninguna connotación positiva o negativa, sino que se toma como un elemento fundamental en el proceso de contacto, y para la asimilación, ya que al interactuar con el ambiente, la persona ha de mantenerse como entidad separada del mismo eligiendo para ello, aquello que asume del mundo exterior, y aquello que rechaza del mismo.
Este enfoque, integra lo experiencial y conductual. A diferencia del Psicoanálisis occidental, busca entender el mundo del cliente tal cual es, y que éste vea con claridad lo que hay en él, sin encuadrarlo en categorías, siendo el propio sujeto que experimenta el que lo descubre, representa y describe de cara a lograr su funcionamiento congruente, basándose en la totalidad de su ser.
Resalto la inteligencia en este sentido es decir, como herramienta que hemos de desarrollar de cara a la consecución de la integración propia, de manera que estemos sensorialmente concientes en el presente y nos permitamos estar más vivos. Tal y como Perls expone en este libro, “la sabiduría esencial del vivir, radica en la capacidad para renunciar y abandonar respuestas obsoletas, relaciones desgastadas y tareas que van más allá de nuestro potencial”.[17]
Teniendo en cuenta mi propia experiencia hasta ahora muy enraizada en el vivenciar racional y en el pensamiento guiado por el lenguaje condicional del “debería”, así como lo hasta ahora descubierto en mi vivenciar terapéutico de formación, creo que lo que Perls decía acerca de que “el pensar conectado a la acción”, puede ser lo adecuado. Plantear el “pensar acerca de” como el peligro de los seres humanos, se encamina a lo que he plasmado en este trabajo en relación a la inteligencia y en relación a mi creencia en cuanto a nuestra necesidad de “desaprender lo aprendido”. No quisiera se entendiese que expongo una visión extremadamente pesimista de la sociedad actual cuyo mal endémico es el pensamiento, sino que es en el uso erróneo que de este hacemos, donde yace nuestra frustración y en el cual ha influido tanto la educación cristiana así como la sociedad capitalista. En este sentido resalto una frase de este libro:”cuando abandono todo lo que pienso que soy, lo bueno y lo malo, lo que queda soy”.[18] Entiendo que ahí radica nuestra inteligencia, en permitirnos estar con nuestro vivenciar en el presente y por tanto permitirnos ser autónomos, sin reprimir nuestros sentimientos para vivir saludablemente guiándonos por nuestro proceso autorregulador, proceso que nos lleva a auto-aceptarnos, así como aceptar a los demás procurándonos con ello un comportamiento relacional sano.


BIBLIOGRAFIA CITADA

-         Brisset, D. (1972): “Algo sobre la autoestima, qué es y cómo se expresa”, en http://campus.usal.es/~revistas_trabajo/index.php/02143402/article/viewFile/3530/3550).
-         Burns, R. B (1990): El autoconcepto: teoría, medición, desarrollo y Comportamiento. Bilbao, Ega.
-         Gimeno-Bayón, A. y Rosal, R. (2001): Psicoterapia Integradora Humanista. Manual para el tratamiento de 33 problemas psicosensoriales, cognitivos y emocionales. Bilbao, Desclée de Brouwer.
-         Peñarrubia, F. (2003): Terapia Gestalt. La vía del vacío fértil. Madrid, Alianza Editorial.
-         Rams, A. “Hacer nada…en particular”,en:
-         ROGERS, C (1951): Terapia centrada en el cliente; su práctica actual, implicación y teoría. Buenos  Aires, Paidós.
-         Stevens, J. O. (comp.) (1990): Esto es Guestalt: colección de artículos sobre terapia y estilos de vida guestálticos. Santiago de Chile, Cuatro Vientos.
-         ZUKERFELD, R. (1996): Acto bulímico, cuerpo y tercera tópica. Buenos Aires, Paidós.



[1] Stevens, J. O. (comp.) (1990): Esto es  Guestalt: colección de artículos sobre terapia y estilos de vida guestálticos. Santiago de Chile, Cuatro Vientos, p. 15.
[3] Ibídem.
[4] Ibídem, véase también Perls, F. (1974): Sueños y existencia. Santiago de Chile, Cuatro Vientos, p. 69.
[5] “Terapia centrada en el cliente; su práctica actual, implicación y teoría”, 1951.
[6] “Terapia Gestalt. La vía del vacío fértil”, 2003.
[7] “El autoconcepto: teoría, medición, desarrollo y Comportamiento”. 1990.
[8] (1972), en:“Algo sobre la autoestima, qué es y cómo se expresa”, véase http://campus.usal.es/~revistas_trabajo/index.php/02143402/article/viewFile/3530/3550), última consulta 20/XII/2009.
[9] “Acto bulímico, cuerpo y tercera tópica”, 1996.
[10] Psicoterapia Integradora Humanista. Manual para el tratamiento de 33 problemas psicosensoriales, cognitivos y emocionales”, 2001.
[11] Stevens, J. O. (comp.) (1990): op. cit., p. 123.
[12] Ibídem, p. 192.
[13] Ibídem, p. 250.
[14] Ibídem, p. 225.
[15] Ibídem, p. 263.
[16] Ibídem, p. 127.
[17] Ibídem, p. 19.
[18] Ibídem, p. 185.




 Leticia Gómez-Delgado.
 (Marzo 2010)


                                                                                                                                                         

 Perls, F. (1999): El enfoque Guestáltico & testimonios de terapia. Santiago de Chile, Cuatro Vientos, 188 págs.

Esta obra, escrita por Fritz Perls, asienta las bases teóricas y prácticas de la terapia Guestáltica que nació de la mano de este autor, junto a su esposa, Laura Perls, durante la década de los cuarenta del siglo XX. En ella, el autor no sólo hace referencia a los principales conceptos alusivos a esta orientación; en la segunda parte del libro, Perls documenta a través de casos reales los pasos orientativos de su praxis, aludiendo al trabajo terapéutico que llevó a cabo con varias parejas.  
            La Gesltalt es una terapia fenomenológica y existencialista que en la actualidad tiene gran cabida en los marcos terapéuticos. Recibe influencias de varias tendencias como la Psicología alemana de la Guestalt, el enfoque holístico, el trabajo corporal realizado por Reich y su discípulo Lowen -creador de la Bioenergética-, así como de la Teoría psicológica del campo, del Psicodrama de Moreno y de la orientación Zen budista.
            Tal y como se muestra aquí, actualmente el hombre moderno se centra en evitar el dolor, viviendo mediocremente sin servirse de sus potencialidades. Por tal razón  

se ha convertido en un autómata angustiado (…). Ha perdido su espontaneidad y su capacidad de sentir (…). Siente que el tiempo de crecer y aprender, es la  niñez y juventud”.[1]  

            Por naturaleza, el hombre es un ser social y para su supervivencia ha de tener en cuenta tanto el plano físico y psicológico, como el emocional.
            En los últimos cincuenta años se ha incrementado el conocimiento fisiológico y psicológico del ser humano. Sin embargo, dicho conocimiento no se ha extendido hasta la disposición de las personas para disfrutar y desarrollar su capacidad de discernimiento respecto a sus propios intereses para crecer. La insatisfacción neurótica hacia el mundo, hacia nosotros mismos, descansa en los conceptos y racionalizaciones aprendidas, a través de las cuales perpetuamos conductas insatisfactorias en el presente. Actuamos bajo el mandato del “debería”, empleando erróneamente nuestro lenguaje e intelecto. Esta regulación “deberista”, es aquella que impide que organismicamente funcionemos de manera sana, produciendo que el apoyo externo supla a nuestra capacidad de auto-apoyo y cree una división dentro de nosotros que nos lleve a comportarnos artificialmente y de manera poco flexible.
            Comparto el planteamiento de Perls cuando señala que hoy en día existen un gran número de individuos neuróticos, fruto de una sociedad en la que priman las prisas y el aislamiento emocional, así como las consecuentes tensiones asociadas a este ritmo de vida. El hombre “sano”, desde la perspectiva guestáltica, es el que mantiene un contacto significativo con su sociedad, sin ser absorbido por ésta, pero tampoco sin aislarse de la misma. Como ser integrado, reconoce el límite de contacto entre sí y el ambiente. Ante esta perspectiva, la Psicología se afana en explicar las conductas, se centra en la comprensión del “self”, abarcando el entendimiento intelectual, los sentimientos y la sensibilidad. Estudia cómo el individuo funciona en su ambiente, qué ocurre en el límite de contacto entre ambos, lo que denota nuestro modo de vivenciar y enfrentar los acontecimientos. En comparación, la Guestalt cree que el hombre puede vivir más plenamente. Se sirve de una forma novedosa en cuanto a la organización de los hechos y se fundamenta en la observación y experiencia. Ve al hombre como individuo y como ser social. Por tanto, mientras la Psiquiatría y la Psicología moderna tienden la mano al dualismo cartesiano mente-cuerpo, dando más importancia a la cognición[2], la Guestalt considera al hombre como un “todo” unificado.
            Los diversos enfoques terapéuticos operan en dirección a que el paciente obtenga una mayor salud psicológica que repercuta, en definitiva, en su felicidad al vivir. Sin duda, ésa es la meta común. No obstante, son las concepciones que cada cual tiene acerca de la “salud” y la “enfermedad” las que explicitan las diferencias significativas existentes al respecto, diferencias que se explican en función del paradigma que se tome en consideración y que hacen que la intervención terapéutica varíe sustancialmente.
            Con todo, la colaboración interdisciplinar entre la Psiquiatría y la Psicología da lugar muchas veces a un solapamiento erróneo de ambas. En este sentido, quiero referirme en primer lugar al término “salud”. Siguiendo la definición de la O.M.S. (1946) éste se entiende

“como un estado completo de bienestar físico, mental y social y no sólo como la ausencia de enfermedad o de dolencia”.

            En 1992 se agregó a la misma: "y en armonía con el medio ambiente", ampliando así el concepto. En mi opinión, la diferencia fundamental entre las distintas orientaciones en este campo estriba en el paso por parte de la medicina tradicional occidental de una concepción basada en la ausencia de enfermedad, a otra guestáltica que hace hincapié en el desarrollo de potencialidades, tal y como muestra Albert Rams.[3] En su artículo, Rams pone de manifiesto la afirmación de Perls: “La terapia es demasiado beneficiosa para reducirla a los neuróticos”. También Reich habló de la “neurosis colectiva”, por lo que se entiende el concepto de “salud” y por tanto el de “enfermedad”, no en base a categorías ni estados nítidamente diferenciados, sino como parte de un continuo que tiene en cuenta factores naturales así como sociales y en el que se puede estar en mayor o menor medida cerca de alguno de los dos polos.
            La Guestalt concibe que el hombre percibe los objetos y las situaciones como totalidades significativas organizadas según su proceso perceptivo cambiante, en función del interés que para la persona tengan los distintos componentes del campo perceptivo. Es decir, la significación de la escena depende de la existencia o no de interés, así como hacia donde se dirija éste. Por tanto, los intereses son cambiantes y subjetivos. Una guestalt es la forma particular y personal en que se organizan las distintas partes del todo que la constituyen, siendo vivenciada por el individuo. Éste y el ambiente están interrelacionados, experimentando ambos cambios constantemente. Cuando el sujeto no puede modificar sus técnicas de manipulación e interacción hablamos de “neurosis”, que se desarrolla cuando el individuo conforma un mecanismo defensivo y auto-protector. Perls entiende esta enfermedad como una estrategia para obviar el dolor psíquico. Por ende, el autor también concibe de la misma manera la enfermedad psicosomática. Así, mientras que la “salud” pasa por la conciencia de “ser”,  la “enfermedad” consistiría en la “evitación de ser”. Este último concepto implica que nos identifiquemos con un carácter fijo, estático, que impide que alcancemos la espontaneidad. En este campo, cada uno es responsable de sus roles. De tal modo, para alcanzar el estado de salud hemos de flexibilizar nuestra concepción en cuanto a nuestras posibilidades de “ser”, tratando de integrar nuestras partes alienadas de la personalidad y auto-actualizándonos de manera que vivamos cada situación presente como una nueva circunstancia, con lo que abandonaremos patrones obsoletos.
            Desde esta terapia, otro criterio en torno al que gira el concepto de “salud” es el contacto. Se trata de adquirir un ritmo de contacto y retirada con el entorno adecuado a nuestra necesidad dominante. Algunos autores guestálticos como Zinder, E. y M. Polster, Latner y Ginger, han incorporado al funcionamiento total del organismo, con una visión holística, el ciclo de la experiencia fisiológica propuesto por el Conductismo. El “proceso homeostático” descrito en esta obra es el proceso mediante el que el organismo mantiene su equilibrio y por tanto, su salud en un ambiente cuyas condiciones varían. Transcurre continuamente. Goldstein (1938) llama “equilibrio organísmico”[4] a la cualidad que lleva al organismo a desarrollar al máximo sus potencialidades y su naturaleza en beneficio de su totalidad. Cuando falla, el organismo permanece en un desequilibrio que le enferma, llevándole incluso a morir si dicha situación perdura en el tiempo. A través de este proceso, el organismo interactúa con el ambiente, lo que nos conduce a hablar de “comunidad”. Ante una necesidad apremiante, cada individuo participa significativamente para satisfacerla, sin que se difumine el límite de contacto entre ambas partes.
            Esta idea planteada por Perls me llama la atención, en tanto en cuanto supone lo que hoy día promueve teóricamente la Democracia, pero que se opone directamente a cuanto vivimos en la actualidad esto es, una sociedad capitalista regida por el individualismo y la lucha por la supervivencia como sujetos aislados, no como integrantes de una comunidad. Esta reflexión me lleva también a puntualizar la diferencia todavía existente, en mi opinión, entre el ambiente rural y el urbano, siendo este último un terreno más propicio para este estilo de vida que el primero. El desequilibrio surge entonces cuando ambas partes experimentan simultáneamente necesidades diferentes y el sujeto no distingue cuál es la dominante. Vive su necesidad de contacto con el grupo (que puede ser la familia, los amigos o la sociedad en general) como un impulso psicológico de gran importancia de manera que, cuando ha de elegir satisfacer una de las dos necesidades (interna o externa a él mismo), queda implícito el sacrificar temporal o permanentemente la necesidad menos apremiante. Si no es capaz de realizar dicha discriminación, o no queda satisfecho con la elección tomada, se ve imposibilitado para contactar o retirarse adecuadamente, con lo que ambas partes terminan viéndose afectadas.
            Igualmente, se plantea que el hombre nace con un sentido de equilibrio social, psicológico y físico aunque a mi parecer, éste queda relegado a las imposiciones que se nos transmiten culturalmente desde la niñez. Podemos entender el “crecimiento como un proceso que se pone en marcha desde nuestra gestación y que se desarrolla a lo largo de nuestra existencia. En el mismo, pasamos de apoyarnos en el ambiente a hacerlo en nosotros mismos. En la fase social, el niño desarrolla su conciencia o su capacidad de darse cuenta de que los otros existen. Conforme pasa el tiempo, delimita sus fronteras de contacto, desarrollando la conciencia del ambiente. Posteriormente, en la fase psicosocial, la atención se vuelve sobre sí mismo y aumenta la diferenciación del campo organismo-ambiente. Y finalmente en la fase espiritual construye el sentido de continuidad con el universo, concibiéndolo como una totalidad de la que forma parte. De tal modo, el crecimiento se genera del contacto y de la experimentación. A partir de ambos, comienza a desarrollar su “sí mismo” como estructura y funcionalidad particular diferente a la de los otros. Este proceso y su auto-aceptación, le permitirán seguir en dirección a un desarrollo saludable a nivel mental, emocional y físicamente. En palabras de Perls,

“el proceso de contacto es el trabajo que produce asimilación y crecimiento, es la formación de una figura de interés sobre un fondo”.[5]

            En este sentido, Joel Latner en su obra “Fundamentos de la Guestalt” (1994), afirma que

“una conducta sana, es una conducta integral. Cuando la persona atiende a sus necesidades sirviéndose de sus capacidades y con el proceso de ser lo que se es, hay salud”.

            Para este autor, la vida saludable depende de la integración de organismo y ambiente mediante ajustes creativos que se llevan a cabo a través del proceso de formación-destrucción de guestalten, siendo fundamental un ritmo armonioso en el que no haya interrupciones. Aprendemos por ensayo y error, explorando desde pequeños el mundo, nuestras posibilidades y nuestros límites. El problema es la intervención errónea de los padres, que hace al niño incapaz de sostenerse por sí mismo y encontrar sus límites de desarrollo. Una vez adultos, hemos incorporado a nuestras vidas los introyectos familiares, las proyecciones, retroflexiones y confluencias. De ahí que en la terapia se trabaje con estos mecanismos con el fin de que la persona pueda llegar a la integración de su personalidad. “Entender significa ver la parte en relación con el todo”, escribe Perls.[6]
            A diferencia del Psicoanálisis de Freud, quien define la neurosis, centrándose en las interpretaciones, como el resultado de reprimir nuestros instintos, la Guestalt niega que pueda darse tal acto. Ahora bien, reconoce que podemos interrumpir el proceso. De esta manera, la guestalt queda inconclusa ya que no somos capaces de sentir ni manejar adecuadamente nuestras herramientas, como tampoco el ambiente, de cara a satisfacer nuestras necesidades. Se busca antes el proceso que la substancia, puesto que primero el cliente ha de ser consciente de cómo interrumpe el proceso. Otra diferencia básica entre ambas orientaciones es que en la Guestalt, el “entender” consiste en ese darse cuenta, no en el conocimiento intelectual y simbólico. Implica una percepción relajada de la persona en su totalidad: viendo cómo estructura su comportamiento en la terapia, el cliente podrá ver cómo hace en su vida cotidiana. En ella, no hay cabida para la dicotomía “mente-cuerpo”. Se conciben dos niveles cualitativamente distintos: el pensar y el actuar.  Toda la actividad mental requiere la capacidad de manejar símbolos, economizando energía y tiempo.
            Aunque tendemos a diferenciar el pensar del soñar o fantasear, tendiendo a considerarlos respectivamente como racional e irracional, cabe mencionar que la actividad fantasiosa en tanto actividad interna se sirve, al igual que el pensamiento, de símbolos que reproducen la realidad, permitiéndonos anticiparla. Por tanto, son actividades bastante similares. Entre el pensar  y el actuar hay una etapa intermedia, la de “jugar a roles” que el sujeto adopta. El significado de los mismos los descubrirá atendiendo, pero también a través de la experiencia de sí mismo en el fantasear; la representación de sus roles y su actuar. Sólo así llegará a entenderse a sí mismo.
Ninguno de nosotros somos autosuficientes. El autoapoyo al que se quiere llegar con esta terapia es notablemente diferente a este concepto. Cuando el cliente finaliza la terapia tiene necesidad de las otras personas. No obstante, el apoyo lo encuentra en él mismo. Tiene un contacto satisfactorio con los demás. En función de si dicha relación es o no conflictiva, nuestro comportamiento será descrito o no como anormal. Este último caso se da cuando el sujeto es incapaz de organizar su comportamiento en función de sus necesidades, por lo que tendrá que aprender a descubrirlas e identificarlas para completar la guestalt.
Ante el ambiente, el sujeto mantiene una actitud que puede facilitar o dificultar su búsqueda de satisfacción. La impaciencia es la base de la catexis positiva, es decir, todo lo que se dirige a la vida; el miedo constituye la base de la negativa, conduciendo al peligro, al apoyo disminuido o la muerte. En el contacto, evitamos pensamientos y emociones desagradables bien mediante el retraerse, huir o retirarse, bien mediante el estocoma (no querer ver, escuchar ni sentir lo que es desagradable). Propiamente tales mecanismos, al igual que el contacto en sí mismos, no son ni buenos ni malos. Contacto y retiro conforman opuestos dialécticos que representan la manera en que nos enfrentamos a los eventos, aceptando y rechazando el ambiente. Son éstas las funciones más importantes de la personalidad integrada, aquellas que conforman la capacidad de discernir. Parte de la vida diaria, su forma rítmica constituye el medio de satisfacer nuestras necesidades y continuar nuestros procesos siempre en movimiento. Según E. y M. Polster en su “Terapia Guestáltica” (1985), la forma en que la persona bloquea o no la conciencia y actividad en la frontera de contacto, conforma su manera de mantener el sentido de sus propios límites. Las emociones son la fuerza de nuestra acción, el lenguaje del organismo, y modifican nuestra excitación de acuerdo a la situación presente. Energizan las catexis y movilizan nuestras herramientas para satisfacer nuestras necesidades.
En general, las perturbaciones del límite existentes en las neurosis consisten en interferencias crónicas, cotidianas, en el proceso de crecimiento y autoconocimiento. Nos impiden alcanzar el autoapoyo y la madurez. Hay cuatro mecanismos de interferencia a saber: introyección, proyección, confluencia y retroflexión. El primero de ellos, la introyección, es un proceso por el cual nos “tragamos” sin digerir los conceptos, patrones de conducta, valores morales, actitudes y modos de pensar, procedentes del exterior. Los aceptamos sin críticas, agregándolos a nuestra personalidad sin analizarlos ni desestructurarlos, de manera que nos sean adecuados. No son verdaderamente nuestros, sino que hemos trasladado el límite entre nosotros y el mundo tan hacia nuestro interior, que no queda nada de nosotros mismos.

Nos llenamos del mundo y no tenemos sitio para nosotros (…) cuando el introyecto dice yo pienso, quiere decir ellos piensan[7]

Lo que no es sino una tendencia a responsabilizarse de lo que es parte del otro, del ambiente, constituyéndose una pseudo-identificación.
El segundo mecanismo citado, la proyección, consistiría en responsabilizar al ambiente de lo que es de uno mismo. El sujeto no reconoce las suposiciones que hace, basadas en sus fantasías, deviniendo en víctima pasiva de lo que acontece. Sería su incapacidad para soportar la responsabilidad de los propios deseos y sentimientos. “Cuando dice ellos, por lo general quiere decir yo”, apunta Perls.[8] El límite de contacto se posiciona a nuestro favor para renunciar a los aspectos de nuestra personalidad que no nos satisfacen. Nuestra no aceptación originada por nuestros introyectos, nos lleva a nuestras proyecciones. De acuerdo con Latner (1973), involucra borrar la realidad y precipita la necesidad de llenar el hueco restante con las fantasías.[9] El sujeto se mantiene pues en una condición de desvalimiento infantil, siendo inmaduro y dependiendo del apoyo ambiental. En opinión de Casso (2003)[10], esta tendencia se caracteriza por emitir juicios sobre los demás y actuar en base a ello, sin verificar si se corresponden o no a la realidad consensual. Todo sueño, a pesar de ser pesadilla, es un intento de encontrar una solución a una aparente paradoja, una creación artística que desde la guestalt no se interpreta. Es una proyección donde todo objeto, y lo que aparece, es en realidad el sujeto mismo que actúa en el sueño para resolver la paradoja, renunciando a la responsabilidad sobre sus propias esperanzas y deseos. En consecuencia, en  Guestalt se trabaja haciendo que se identifique con todas las partes del fragmento del sueño a trabajar.
Respecto a la confluencia, se puede considerar como un mecanismo en el cual el sujeto no distingue las partes del todo y no siente el límite entre sí y su ambiente, perdiendo con ello el sentido de sí mismo. No hay frontera del self. Ni su contacto consigo  mismo o con el exterior, ni su retirada, son adecuados para sus necesidades. Las consecuencias sociales son: la exigencia de similitud y la negación de las diferencias, que no se toleran: “Cuando el hombre está en confluencia patológica, habla de nosotros [11]
Como último mecanismo, en su obra Perls alude a la retroflexión, en la que se marca el límite entre el sujeto y el ambiente por medio del individuo. Ello significa que éste se hace a sí mismo lo que quiere hacer a otros. Su personalidad tiene una parte de “hacedor” y otra de “hecho a” que se pone de manifiesto a través del lenguaje “yo mismo”.
La terapia entonces se dirige a rectificar las falsas identificaciones para que el cliente reconozca el uso de sus mecanismos neuróticos y tome responsabilidad de su papel proactivo. El trabajo del terapeuta consistiría en ayudar al cliente a lograr su autoapoyo sin enjuiciarle, teniendo en cuenta la particularidad de cada cliente. Éste llega a terapia con sus mecanismos manipulativos, sirviéndose de preguntas y disociaciones. No obstante, las resistencias son valiosas para el trabajo terapéutico. El cliente viene con un autoconcepto rígido, erróneo de sí mismo. Normalmente presenta los opuestos de su realidad. Dicho autoconcepto, le dirige a buscar apoyo y aceptación de otros, ya que se reclama y se desaprueba a sí mismo, impidiendo su autoexpresión genuina. El neurótico no reconoce su confusión u orientación inadecuada, mantiene un concepto estático en cuanto a sus emociones y comportamientos. No se distingue a sí mismo del mundo, se interrumpe constantemente y sus medios de autoapoyo son inadecuados, de modo que su sistema de homeostasis psicológica está descompuesto. Cada vez que acude a consulta, lleva todos sus asuntos inconclusos del pasado pero, de toda esa posible gama, sólo hace figurar uno, situándolo en un primer plano en función del impulso de sobrevivencia operante en ese momento. Para que la terapia sea exitosa, ha de rescatar sus sentidos, aprender lo que está en el presente, dejar de interrumpirse a si mismo y a los demás. Entonces adquirirá la libertad de acción y podrá encarar cada nueva situación sirviéndose de su total potencialidad. Una vez logra expresar sus exigencias, órdenes, mandatos y peticiones de forma directa y realmente diciendo lo que quiere, se muestra y se compromete con sus necesidades, de manera que aprende a enfrentarse a sus problemas. Por lo general, en la infancia acepta de buena fe un imperativo que va a contrapelo, creándose entonces un área de confusión.
Asimismo, es importante establecer la diferenciación entre las manifestaciones psicosomáticas y las enfermedades psicosomáticas. Entre las primeras podemos encontrar el olvido; el dolor de cabeza que sirve como mecanismo de interrupción del contacto; el asma que interrumpe la respiración como defensa del llanto etc.
            En cuanto al pensar, en opinión de Perls no es más que un ensayo mediante el que pasamos las cosas por una suerte de censura, expresando posteriormente frases que nos sirven para manipular al otro. Rara vez hablamos para expresarnos y manifestar nuestras cosas. Define “la masturbación mental” como todo momento en que el cliente hace juegos intelectuales, es decir, en el que da opiniones e interpretaciones; todas las cuales son una interferencia. Uno le dice al otro lo que está pensando y sintiendo, impidiendo a este último que lo descubra por sí mismo.
            Con respecto a la culpa, expone que ésta no es más que un resentimiento inexpresado. La angustia surge de la brecha entre el ahora y el después. Los resentimientos esconden, en su opinión, una exigencia: “Tú debieras”; (…) “detrás del niño bueno siempre hay un rencoroso.[12]
El terapeuta facilitará el desarrollo del cliente haciéndole más fácil que asimile el bloqueo y se identifique con el material bloqueado, diferenciándose también de él. Sirve como guía que observa sin juicio. Ayuda al cliente mediante frases tales como “ahora me doy cuenta”; “Yo”; “soy”, etc, utilizando preguntas tales como “¿Qué estás haciendo?; ¿Qué sientes?; ¿Qué quieres?; ¿Qué estás evitando?; ¿Qué esperas?” etc., que en realidad son reformulaciones de esta afirmación para que desarrolle su sentido de responsabilidad sobre sus sentimientos, pensamientos y síntomas. Las reacciones corporales son más importantes que el lenguaje verbal. Son indicadores del sí mismo y del estilo del cliente. El comportamiento es una función de la personalidad total. Todo acto obvio o escondido de éste es una expresión de sí mismo. Las preguntas han de encaminarse a ser traducciones de las observaciones. El “Cómo” se adecua a este parecer y en contraposición del “Por qué” que favorece las defensas y racionalizaciones. Hay que ser consciente de cómo se manifiestan los diferentes mecanismos de interrupción que presenta el cliente: golpeándose a sí mismo en la retroflexión; pidiendo que invierta una afirmación referida a los otros en la proyección; poniendo en el otro sus introyectos etc. Actúa como espejo ampliador y le lleva a ver su comportamiento con más nitidez a través de las preguntas, pero para ello, ha de estar vacío y no enjuiciar. En Terapia Guestalt se trabaja el acto de censurar, interrumpirse desde la perspectiva de afuera hacia adentro. No existe la interpretación por parte del terapeuta, simplemente éste sigue el hilo del proceso hasta la interrupción, sea ésta una frase, un movimiento corporal o la evitación del contacto visual.
A través de las preguntas del cliente, que no son sino explicaciones verbales del intelecto, ha de llevarle a que las formule como proposiciones o afirmaciones para que éste tome su responsabilidad. Debe estar atento a las situaciones, tanto concluidas como inconclusas, e ir con su propia personalidad a la situación terapéutica. Entre él y el cliente se establece una jerarquía que va de más a menos neurótico es decir, no hay una diferencia cualitativa significativa como en otras terapias. La postura que ha de adoptar ha de ser aquella que le permita darse cuenta tanto de sus propias necesidades y reacciones ante las manipulaciones del cliente, como de las de éste mismo. Habrá de trabajar la simpatía, pero también la frustración y tendrá que poder expresarse con libertad.

 La persona sana, no pisotea las necesidades de los demás, ni permite que las suyas sean pisoteadas. Tampoco se resiente si su pareja reafirma sus propios derechos (…) En la empatía no puede haber contacto verdadero sino confluencia, al igual que en la simpatía el límite de contacto, está ausente (…) El imponer sufrimiento innecesario en la terapia, es sadismo ya que es frustración innecesaria (…).”[13]

Dado que las manipulaciones neuróticas son un modo de evitar el compromiso total de las situaciones, deben frustrarse. Se han de frustrar las expresiones del cliente que reflejan su autoconcepto, sus técnicas manipulativas y sus configuraciones neuróticas. Ante las manipulaciones, Perls propone  los siguientes juegos: el de la evocación, que consiste en decir el nombre de su pareja varias veces mientras el otro indica si le está llegando o no con sólo evocar su nombre; el juego de los resentimientos, en el que cada uno repite y completa la frase “estoy resentido contigo por..”; el juego de la apreciación, en el que repiten y completan la frase “aprecio de ti…” y el juego de la obediencia, en el que cada uno hace una exigencia al otro, que exagera la obediencia. Debe satisfacer sus verdaderas expresiones de sí mismo. No obstante, no existen pautas prefijadas a seguir, el terapeuta ha de hallar su manera particular de llevar a cabo cada sesión, atendiendo a la particularidad del paciente.
También hay que diferenciar entre el discurso expresivo dirigido a expresar sentimiento y el impresivo, destinado a impresionar. Mientras que el primero es una expresión genuina, el segundo es la actitud del “como si”. El Imperativo genuino se dirige a la catexis positiva y negativa, tiene carácter de exigencia. Es la forma más efectiva que usa la sociedad para moldear al sujeto. En sí, no tiene nada de bueno o malo. El problema está cuando quien lo recibe no quiere recibir ese mensaje. La neurosis surge cuando existen imperativos sociales y personales incompatibles mediante la misma acción. Si tanto la exigencia como el objeto exigido son aceptables, la guestalt se cierra. Perls, llama a la Guestalla filosofía de lo obvio”. Tras aquello que llamamos obvio, se esconden los prejuicios, creencias y distorsiones que tenemos “acerca de”. En este sentido, el neurótico no ve lo obvio.
El objetivo de la terapia es que el cliente se identifique con todas sus acciones, incluyendo sus autointerrupciones. Que consiga el autoapoyo, dándose cuenta de sí mismo y de sus acciones para que puedan resolverse sus dificultades tanto en el nivel de la fantasía como en el plano verbal y físico. Se trata de un proceso experiencial en el que el cliente revive sus problemas y traumas en el aquí y ahora. Ha de vivenciarse dándose cuenta de sus gestos, respiración, emociones, su voz, su autoexpresión, sus pensamientos, de forma tal que al prestar atención a sus modos de evitar “ser” en el presente, es decir, a sus modos de interrumpirse, comenzará a vivenciar también el sí mismo interrumpido. Cabe mencionar que el proceso de autorrealización está conformado por los distintos aspectos del sí mismo, que son tanto el darse cuenta como el contacto y el presente, a través del “psicodrama”, destacándose en esta obra el método de Moreno[14], en el que el cliente representa diferentes roles de manera que se facilita el darse cuenta del conflicto constante existente entre el perro de arriba y el perro de abajo. Así, el cliente trae al presente sus asuntos incompletos para revivirlos.
Otra de las técnicas explicada en este libro es el juego del “ir y venir”, que permite al individuo desechar sus configuraciones de confluencia, al mismo tiempo que traer al presente las sensaciones propioceptivas que se mueven en una visualización con vistas a llenar los espacios en blanco y completar los asuntos incompletos pasados, que repite en su vida diaria, junto con sus interrupciones (acting-out), repitiendo durante la sesión conscientemente en la fantasía lo que hace en la actualidad y dándose cuenta con esta técnica de un sentido más claro de las relaciones en su comportamiento. Al mismo tiempo, “la aproximación a la confusión”, en función de las interrupciones manifiestas, le ayudaría a darse cuenta de su confusión, tolerarla y quedarse con ella y con su correlativo momento en blanco. Lo más liberador de ésta, es la total despreocupación por el entendimiento, aspecto difícil de lograr ya que implica tanto la existencia de una falta de comprensión como de una necesidad de comprender. Cada frase quebrada o titubeos, cubren un área de confusión en intento de aferrarse y mantener contacto cuando la verdadera necesidad del cliente, es retirarse. Durante estos momentos de confusión, el sujeto realiza una actividad motora velada, el pensar. Sólo cuando acepte que tiene áreas de confusión, podrá entrar en un vacío fértil, pues tendrá presentes sus técnicas para interrumpirlo y será consciente de ello. Es entonces cuando tendrá la súbita sensación del “ahá”, un descubrimiento introspectivo, consistente en darse cuenta sin especular, sin intelectualizar ni verbalizar sobre el proceso en transcurso. Le permitirá vivenciar, emerger y claridad lo que, en definitiva, aumenta el autoapoyo. Todas estas herramientas, adquieren gran valor en esta terapia y su uso se sostiene en relación entre la fantasía y la realidad.


[1] Perls, F. (1999): El enfoque Guestáltico & testimonios de terapia. Santiago de Chile, Cuatro Vientos, p. 11.
[2] Buena prueba de ello es el alza en el uso de fármacos, así como la primacía del modelo cognitivo-conductual en el ámbito universitario.
[3] Este artículo puede encontrarse en: http://www.albertrams.com/documentos/saludyenfermedad.pdf. Última consulta, 26-XI­-2009.
[4] Perls, F.: op. cit., p. 22.
[5] En http://gestalt.ac/apunte11/. Última consulta día 16-XII-2009.
[6] Perls, F.: op. cit., p. 78.
[7] Perls, F.: op. cit., p. 45.
[8] Perls, F.: op. cit., p. 47.
[9] Véase “La resistencia y los mecanismos de la Neurosis en psicoterapia guestáltica”, André Sassenffeld, J., puede encontrarse en
[10] Ibídem.
[11] Perls, F.: op. cit., p. 49.
[12] Perls, F.: op. cit., p. 152.
[13] Perls, F.: op. cit., pp. 106 y 108.
[14] Perls, F.: op. cit., p. 95.



Leticia Gómez-Delgado.
 (Junio 2010)